Testimonios

Sólo se necesita uno

22 de mayo de 2023

Recién casados y a punto de irnos de luna de miel llegó el tan esperado positivo! Búsqueda que ya se me había hecho eterna (…5 meses, que ingenua era) por fin veíamos las dos rayitas!

A la semana partimos nuestra luna de miel y todo era un sueño hecho realidad. Tomamos fotos en cada lugar de mi inexistente barriga y por supuesto le contamos a familia y amigos. A los pocos días de volver a Santiago, fui al baño y había sangre… sentí miedo como nunca, confirmada la pérdida sentí pena como nunca.

Siendo joven y con todos los exámenes perfectos, pensamos que en un par de meses llegaría el siguiente positivo, pero no.

Al año fuimos a una consulta de fertilidad, y luego de muchos exámenes y de que todos salieran bien, por insistencia mía comenzamos con inseminaciones. Hicimos 4 y ninguna resultó. En la primera la pena no fue tanta… en la tercera ya no veía luz al final del camino…

¡Decidimos dar el paso a nuestra primera FIV, todo pintaba maravilloso… en la aspiración sacaron más de 15 ovocitos! Y con Andrés pensábamos que teníamos la familia ya armada. Al día 5, cuando por fin me llamaron, solo había quedado un embrión… y la calidad no era buena. Se me vino el mundo abajo. Qué manera de llorar. Se que dicen “solo se necesita UN embrión”, pero en ese momento yo no lo veía así. Al día siguiente nos llamaron para contarnos que otro embrión había llegado a día 6. Un mes después, hicimos la transferencia con ambos embriones… antes del examen de sangre no me aguanté e hice un test casero, negativo. Pero en mi mente rondaban los quizás…quizás estaba malo el test… quizás mi pipí no estaba muy concentrado… fuimos con algo de esperanza al de sangre… negativo. Ahí sí que se nos vino el mundo abajo. En mi inocencia, pensaba que una vez qué haces una FIV, ¡te aseguras el embarazo! Sobre todo, si eres joven, con excelente reserva ovárica y todos los exámenes Perfectos! Pero no…

Decidimos entonces cambiarnos de clínica y luego de más exámenes (todos perfectos), partimos otra estimulación. Todo pintaba de maravilla nuevamente. El día 5 nadie llamó… el día 6, mientras estábamos comiendo en un restaurant me avisan que sólo quedaron 2 embriones, de día 6 y de mala calidad. No pude aguantar el llanto, salimos casi corriendo de ahí.

Sentía que todo se repetía, de nuevo todo había fallado y que seguíamos sin respuestas. Ambos embriones se fueron a estudio genético. Decidimos hacer una tercera estimulación para tener más embriones, esta vez con un protocolo diferente, favoreciendo la calidad por sobre la cantidad… pero no llegó ningún embrión…. No hace falta describir la pena que sentimos, ustedes entienden. De los dos que habíamos mandado a estudio, uno no se pudo analizar pues no había suficiente muestra y el otro era sano… recuerdo esa llamada! Cuando me dijeron “un embrión es sano… y es niño” … que manera de llorar!!!! ¡Llanto de felicidad, de esperanza… también miedo! Pues primera vez que me sentía tan cerca, aunque a la vez tan lejos.

Decidimos transferir primero el embrión del que no teníamos el resultado (no quisimos que le sacaran más células para volver a estudiarlo) … me hice un test en casa y fue positivo! Qué felicidad! ¡Llanto de rodillas, abrazados! ¡Fotos del test con la foto del embrión! ¡Por fin llegaba nuestro momento! Pero luego la beta nos tiró al suelo. ¿Por qué? ¿Por qué a nosotros? ¿Qué hicimos mal? ¿Por qué hay gente que no quiere hijos y se embaraza tan fácil? Mujeres malas mamás que no tienen problemas de fertilidad y que abandonan a sus bebés… en cambio nosotros ya llevábamos años en esto y todo salía mal. Al menos ese embarazo, ese positivo, medió esperanza… así que al mes siguiente tratamos con nuestro último embrioncito, la verdad, con poca esperanza… a pesar de los comentarios tipo “solo se necesita uno”… incluso habíamos ya empezado a averiguar los detalles de la ovodonación pues era nuestro siguiente paso. Yo había perdido toda la fe en mi cuerpo…

Nuevamente no me aguante y a los 5 días post transferencia me hice un test casero… nuevamente un positivo! Esta vez lo tomamos con mucha más cautela… al día siguiente la línea más intensa… al siguiente más intensa. ¡¡¡Y luego la beta, alta!!! A los dos días aún más alta… y así (me hice varias betas… era lo que yo necesitaba para confiar y tener esperanza). Así fueron pasando las semanas y poco a poco (muy lentamente) íbamos creyendo que esta vez sí era nuestro momento! Y si bien hubo sustos en el camino (sangrados y reposo), fue un buen embarazo y luego de 9 hermosos meses nació Martín… quien recién cumplió 9 meses fuera de mi guata, en mis brazos. Y cuando lo veo, su mirada, su sonrisa, cuando me toca con su mano, cuando descubre y aprende cosas nuevas… mi corazón explota de amor y siento que TODO valió la pena. Y si eso es lo que tenía que pasar para tener a Martín en mis brazos, lo repetiría una y otra vez. Para quién esté leyendo esto, ¡ánimo! A veces cuesta… y no basta con inseminaciones… o con solo una FIV…La única certeza que tengo es que cuando llega todo vale la pena ❤️

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