2 de diciembre de 2022
Faltan las palabras para explicar la felicidad y el amor que llevo viviendo en estos 22 días que llevas en mis brazos ❤️❤️
Y puedo decir valió la pena!!
Fue un camino de años para llegar a ti mi hermosa bebé, una relación fracturada y una segunda luchándola a la par conmigo para poder llegar a ti mi bebé.
De mi primera relación nació mi primera hija, que hoy tiene 17 años y desde que tenía 7 años busqué por todos los medios darle un@ hermanit@.
Con mi pareja de esa época lo intentamos y para sorpresa mía, quedé inmediatamente embarazada, pero nuestra felicidad solo duró un par de semanas ya que era un embarazo ectópico. Perdí a mi bebe y una trompa. La pena fue muy dura y me costó rearmarme como mujer.
También mi relación se vio afectada y no hubo vuelta atrás.
Tiempo después la vida me sorprendió con la llegada de un hombre maravilloso que me lleno de ilusiones y mis deseos de volver a intentarlo volvieron con más ganas.
Tomamos la decisión de intentarlo y llegó nuestro primer dolor como pareja, logramos rápidamente nuestro primer embarazo que también terminó en un ectópico con rotura al igual que el primero y termine por perder la trompa que me quedaba.
Sentía que la vida estaba siendo muy cruel conmigo y por primera vez escuché la palabra estéril 😔😔y que ya no podría ser madre nunca más.
Pero un doctor muy joven y me lleno de fuerza y esperanza: “si quieres ser madre de nuevo lo puedes lograr, pero te costará un poco más”.
Y con esas palabras empezó mi búsqueda de información para tratar de averiguar cómo a mis 36 y sin trompas podría lograr un embarazo.
Así fue como me enteré de que FONASA ofrecía un ciclo de FIV con todo cubierto. Fui al hospital de mi ciudad y me derivaron a la clínica de reproducción humana de Valparaíso.
Pero el destino no me la quería poner fácil, mi cuerpo ya no era tan fértil como yo pensaba, al final no resultó el tratamiento porque mis óvulos no eran de buena calidad y me encontraron un tema genético que dejaba fuera cualquier tratamiento con mis óvulos ya que no podría obtener embriones sanos.
Fue ahí cuando por primera vez escuche sobre la ovodonación. Pero en su minuto era algo que no lograba asimilar y justo llegó pandemia y todo se paró. Por mucho tiempo me negué a la posibilidad de usar una donante porque pensaba no sería mi bebé.
Nuevamente empecé a informarme y llegué a un mundo mágico donde aprendí mucho sobre la epigenética. Saber que yo al llevar a mi bebe dejaba una huella única en su genética, aunque no hubiera aportado con mis genes en su creación fue el empujón que necesitaba.
El que terminó por darme el impulso, fue mi pareja: “ Es nuestro sueño hay que darle no más”.
Así en enero del año 2021 pedí hora en la clínica y empezamos nuevamente con tod.
Esta vez por el camino de la ovodonación, cuando ya estaba mi donante recuerdo haber llorado todo un día de felicidad y haberle agradecido mucho a Dios y a esa mujer por ese día mágico. No hay día que no le mande mucho amor y bendiciones a aquella mujer, no sé si dimensiona el inmenso regalo que una pareja de desconocidos disfruta día a día por su decisión.
Llegó el gran día de la fecundación de nuestros embriones y logramos cuatro pollitos. Yo saltaba y lloraba de felicidad. Empezaron las transferencias y empezó mi angustia ya que las dos primeras fueron fallidas con embarazos bioquímicos.
No entendía nada, se suponía que con ovo todo iba a ser más fácil!
Tuve que realizarme una serie de exámenes para saber que estaba fallando, el último examen arrojo que mi ventana de implantación estaba corrida.
Recuerdo que cada transferencia la viví de forma distinta pero la beta espera de las 3 fueron iguales, sin síntomas, nada de nada.
Cuando me toco ir a hacerme el examen de sangre, recuerdo haber salido llorando del laboratorio. Estaba casi segura de que sería un rotundo negativo.
Al final del día volví a llorar, pero de alegría al ver el examen del laboratorio con un tremendo positivo. Corrí a la farmacia para hacerme un test de pipí…no lo podía creer.
El embarazo no fue fácil, tuve un desprendimiento y muchos sangrados. Pasé meses en cama y con medicamentos para que mi bebita se quedara y no se fuera antes de tiempo. Estuve muy vigilada por mis doctores. Y así pasaron los meses y semanas entre pánico y esperanza.
Un día de septiembre, con tan solo 37 semanas llegó nuestra hija.
Mis primeras palabras para mi princesa fue que lo habíamos logrado y que la amaba mucho.
Estas tres semanas juntas han sido mágicas y llenas del amor más puro.
No me canso de mirar sus ojitos hermosos y digo todo valió la pena!!!!