3 de marzo de 2022
¿En qué minuto llegamos a esto? Todo está traspasado por la infertilidad: nuestra sexualidad, mi cuerpo, su cuerpo, nuestras finanzas, nuestras decisiones, nuestras vacaciones y hasta la forma en que gastamos nuestro tiempo libre…Somos esclavos de esto, ya no tenemos tantas conversaciones triviales, ya que es difícil hablar de algo liviano cuando la tensión, la angustia y la incertidumbre se toman casi todos los espacios de nuestra relación.
A ratos pienso que estaba escrito en las estrellas que ser padres no era algo para nosotros, que los dioses nos castigaron sin ese privilegio y me dan ganas de abandonarlo todo, pero ahí estás tú, esta vez tu agarraste el carro y lo estás tirando, me empujas y me vuelves a dar el impulso necesario para no bajar los brazos, para seguir peleando por este sueño que sólo vale la pena si estamos juntos. Esa es la clave, turnar la carga, y sobre todo, ser sinceros, mostrar la pena, la vulnerabilidad, la rabia y la impotencia.
Cuando pienso en el día que nos casamos sólo recuerdo lo inocentes que éramos, no estaban en nuestra ruta los doctores, las infinitas hormonas, los miles de tratamientos, los coitos programados, las noches de llanto abrazados ni el aislamiento por el miedo a ser heridos, a mostrarnos vulnerables… ¿Por qué nunca lo hablamos? ¿Por qué fuimos tan ilusos? Ya fue lo que fue, el camino ya está recorrido, pero es algo que no me dejo de preguntar, creo que haberlo conversado o tenerlo como una de las tantas opciones que te pueden tocar en la ruleta de la vida, hubiese alivianado un poco la carga. Ese es mi consejo para todas las parejas que aún ni piensan en tener hijos: háblalo, discutelo, hablen de las opciones y hasta dónde estarían dispuestos a llegar…