10 de agosto de 2023
Me di cuenta de mi primera pérdida mientras iba viajando camino al sur. Recuerdo haber sentido dolores, pero pensé que era el cansancio, había tenido una semana de harto trabajo. En la mitad del trayecto paramos a comer, y cuando fui al baño vi una mancha roja, tengo esa imagen grabada en mi cerebro. El corazón se me paró. Hoy, cada vez que paso por ese lugar no puedo dejar de recordar el miedo y lo perdida que me sentí.
Me había embarazado luego de haberlo intentado por más de un año. Ya estábamos empezando a ponernos nerviosos, pero todos nos decían que éramos jóvenes, que no nos preocupáramos.
Después de salir del baño, llamé a mi ginecólogo quien me recomendó ir a la Urgencia más cercana, que resultó ser un hospital en Rancagua. Me acuerdo de todo, el olor, la sala, la luz…Me dejaron en un box frío y oscuro con las patas abiertas mientras esperaba al doctor de turno. Después de unos 10 minutos este entra, con suerte me saluda y me hace la ecografía. ¿Estás segura de que estás embarazada? ¡Esto no está bien! Su mirada era dura y casi recriminatoria. Aquí dejé de oírlo, sólo quería que terminara porque prácticamente me estaba gritando. Me acuerdo que me dijo que tenía que hacerme un legrado y que lo mejor era que lo hiciera él lo antes posible.
¿Legrado? ¿Qué es eso? ¿Qué pasó? ¿Por qué la perdí? No hubo explicaciones ni un poco de empatía, yo era una paciente más en un turno de noche que se notaba que no estaba haciendo en su mejor día. Por suerte salimos de ahí y preferimos volver a Santiago para hablar con mi doctor, sino no sé en qué hubiésemos terminado…
¿Por qué cuento esto? Porque después de esta experiencia la sensación de culpa quedó grabada en mí. La forma en que el doctor me habló y algunos comentarios que recibí de mi entorno, hicieron que mi cabeza no parara de darle de vueltas de que había hecho algo mal y por eso no había logrado mantener dentro mío a esa guagüita. Años después supe que nada tenía que ver con algo que hice o dejé hacer, pero fue un camino largo para lograr entenderlo. Esta culpa hizo que el duelo fuera mucho más difícil de transitar y creo que de todas las pérdidas que he tenido, esta fue lejos la más dura.
Se estima que entre el 15% y 25% de los embarazos terminan en un aborto y que en el 75% de los casos es antes de las 12 semanas de gestación. Este número no es menor pero se habla poco y se minimiza el duelo que conlleva.
Nosotras como como Fundación Fënn consideramos que el “duelo por pérdidas gestacionales o abortos espontáneos” es cuando un embarazo se ve interrumpido hasta las 12 semanas. Hubo un test, un examen de sangre o una ecografía que lo confirmó.
En este caso entrarían los embarazos bioquímicos, abortos retenidos, embarazos tubarios, entre otros. Este tipo de duelo es difícil de transitar porque es poco visibilizado, nuestro entorno no vio ningún cambio aparente en nuestro cuerpo (en el caso de las mujeres), por lo que cuesta que algo que sea validado. Esto explica que se ve vive en mucha soledad e incomprensión.
La poca empatía muchas veces también viene de los doctores que no están preparados para enfrentar este tipo de situaciones de forma más humana. Gracias a la Ley Dominga que fue promulgada en septiembre del 2021, se estableció un estándar especial en para el manejo clínico y acompañamiento a madres y padres sufran una muerte gestacional o perinatal de un hijo o hija, lo que ha significado un gran avance, pero aún queda mucho por avanzar.
Creo que es importante que el punto de partida para enfrentar este tipo duelo es internalizar que no hay culpables. Dejar de lado la culpa y además, validar todos los sentimientos que acompañan este duelo, darles el espacio que merecen y el tiempo necesario para vivirlos.
Los duelos tienen ciertas etapas, y en este caso, suele ser similar. Lo primero es la negación, tratar de minimizar lo que pasó. De ahí viene la rabia de ¿por qué a mí?, ¿qué hice mal?, seguida por la negociación que trata de encontrar explicaciones. La depresión y tristeza es inevitable y, por último, la aceptación. Obviamente cada persona es distinta, a veces viven todo el proceso otras no todas las etapas o en distinto orden.
No hay que minimizar que detrás de cada positivo hubo una ilusión de algo que iba a ser y no fue, la pérdida de un embarazo “implica la pérdida de la identidad de una persona en su rol de padre, madre o de la configuración familiar que se pensaba tener”.* Por lo que lo peor es invisibilizar este tipo de duelos, hacer como no existieron o tratar de que el que los vive los supere rápido.
No hay una sola manera de transitar un duelo, cada uno tiene sus tiempos y sus formas, lo que sí sabemos es que si sientes que después de un tiempo te está superando trata de pedir ayuda profesional, a veces son tantas emociones que cuesta aprender a vivir con ellas.
*Artículo “Duelo perinatal” de psicóloga Lorena Luders.